El Leño Pinto Digital
Cápsula Naval
Por Homero Luis Lajara Solá
Una lección del comandante al joven guardiamarina
— Comandante, respetuosamente ¿para qué sirve leer tanto si al final se nos olvida la mayoría de lo leído?
Esa fue la pregunta, lanzada como una sonda al fondo por un joven guardiamarina inquieto por el sentido de su travesía intelectual.
El comandante, curtido en mares de silencio, no respondió. Solo lo miró con la serenidad de quien sabe que algunas respuestas no se dictan: se viven.
Pasaron los días.
Estaban en maniobras cerca de un río, y el comandante le ordenó:
— Tengo sed. Tráeme agua, pero usa ese colador viejo de cubierta.
El joven guardiamarina obedeció sin entender. Intentó llenar el colador una y otra vez, corriendo desde la orilla al puesto del comandante, pero el agua se le escapaba por cada rendija, como conocimiento que no se retiene.
Probó distintas estrategias: tapar orificios, inclinarlo de otro modo, acelerar la marcha… Todo inútil. Exhausto, regresó al comandante:
— He fallado. Era imposible.
El comandante lo miró con calma y le dijo:
— Mira el colador.
Y entonces lo comprendió:
Aquel objeto ennegrecido por el tiempo ahora brillaba.
El agua, al pasar tantas veces, lo había limpiado.
— Así ocurre con la lectura —dijo el comandante—.
No importa si no puedes retener cada palabra, cada nombre o cada cifra.
Lo esencial es que, como el agua al colador, el conocimiento al pasar limpia el pensamiento, pule el juicio y fortalece el alma del navegante.
Leer no es llenar la bodega de datos, sino alistar el barco interior.
Es mantener la brújula afinada, el timón firme y las velas limpias para cuando llegue el verdadero temporal.
Porque aunque olvides los detalles de cada libro, tu espíritu habrá sido renovado como el casco después del carenado.
Ese es el propósito de leer en la mar de la vida: no almacenar, sino transformar.
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