Celebrado en Santo Domingo
Nosotros, los obispos, sacerdotes, religiosas,
religiosos, laicos y laicas, reunidos en nuestro V encuentro regional de la
pastoral de la movilidad humana para analizar la problemática migratoria del
Caribe, América Central, México y los Estados Unidos y evaluar la respuesta de
nuestras iglesias ante esta situación, expresamos lo siguiente:
LA REALIDAD QUE NOS CUESTIONA E INTERPELA:
Mientras esta causa estructural no sea
resuelta, aunque las leyes migratorias se endurezcan el flujo migratorio
continuará con las consecuencias que repetidamente han sido señaladas.
Las personas migrantes que intentan el viaje a
los EE UU desde los países de América Central por el territorio mexicano
enfrentan terribles sufrimientos no solo de traficantes, polleros,
enganchadores, falsos guías, sino también por los crecientes abusos cometidos
por los diferentes grupos del crimen organizado en complicidad con policías y
funcionarios públicos que ponen en riesgo la seguridad y la vida. Desde Centro
América y en todo México los miembros del crimen organizado hacen presa a los
migrantes especialmente con el delito de secuestro para extorsionar a sus
familias. Cuando estas personas migrantes se niegan a colaborar o no
proporcionan la cantidad de la extorsión, son brutalmente torturados y
asesinados, como lo demuestran los acontecimientos de la masacre de los 72
migrantes asesinados en San Fernando Tamaulipas, el hallazgo de los cientos de
cadáveres en las fosas clandestinas y última masacre de 49 personas
sacrificadas en Cadereyta, Nuevo León.
A estos delitos se une también el aumento
permanente en la región de la trata de seres humanos tanto sexual como laboral,
que someten a esta esclavitud principalmente a niñas, niños y mujeres y con
ello obtienen criminales ganancias. Nos preocupan la situación migratoria de
niños y niñas no acompañadas, separados de sus familias, expuestas a este
recorrido con innumerables riesgos y el drástico aumento en las deportaciones
desde Estados Unidos y México, que ha llevado a una mayor separación de las
familias. El gobierno de los Estados Unidos ha ampliado el papel del Estado en
la aplicación de las leyes de inmigración, que conduce a abusos en los derechos
fundamentales. Leyes estatales injustas, como las de Arizona y Alabama,
producto del miedo a la presencia de los migrantes, inducen a la xenofobia y
atentan contra el derecho de la iglesia a servir a los migrantes.
Es urgente denunciar las amenazas, las
agresiones y la persecución contra los agentes de pastoral–defensores de
Derechos Humanos de las personas migrantes. Seguimos profundamente preocupados
por la situación de la población haitiana. Después de dos años y medio del
terremoto, la nación lucha por recuperarse de la devastación y expandir su
economía y su capacidad para proporcionar una vida con dignidad para su pueblo.
La República Dominicana, aunque fue la primera
en responder a las víctimas del terremoto con mucha generosidad, cuenta con un
gran número de migrantes haitianos que sufre constante violación a sus derechos
por motivo de indocumentación, trabas para su regularización, deportaciones
inhumanas y condiciones laborales extremadamente degradables como es el caso de
los trabajadores cañeros. Nos preocupa la situación de los hijos de migrantes
indocumentados que permanecen en situación de limbo jurídico.
De igual forma nos preocupa el impedimento que
coloca el Estado Dominicano a cientos de dominicanos de ascendencia haitiana
para la adquisición y renovación de su documentación. Con esta práctica, el
Estado Dominicano viola a esta población el derecho de ejercer la nacionalidad
ya adquirida, estudiar, conseguir un trabajo digno, casarse, declarar a sus
hijos, cotizar en el Seguro de Salud y Fondo de Pensiones, abrir cuentas
bancarias, viajar, etc.
SIGNOS DE ESPERANZA
En medio de este panorama de dolor y sufrimiento,
agradecemos a Dios innumerables gestos y acciones de solidaridad expresados en
la atención dada a los migrantes en las casas de acogida, en las iniciativas de
apoyo, en el acompañamiento a las personas migrantes, en los esfuerzos de
incidir para lograr leyes migratorias más justas, en la solidaridad con las
familias de los desaparecidos y la búsqueda de los mismos, así como el
compromiso de agentes de pastoral que han puesto en peligro su vida al proteger
a las personas migrantes.
ILUMINACIÓN
Convencidos de que la Palabra de Dios nos pide
amar y proteger al forastero (Levítico 19, 33; Mateo 25, 35) y siguiendo el
ejemplo de Jesús que fue migrante perseguido en Egipto, reafirmamos los
principios y valores de nuestro compromiso pastoral: la dignidad de la persona
humana, el derecho a la vida digna, el derecho a un nombre a una nacionalidad,
el derecho intrínseco a la naturaleza humana a migrar libremente y sin
violencia, a permanecer en su propio país, la práctica de la caridad que nos
mueve a acoger al peregrino y al forastero.
COMPROMISOS
Al final de este encuentro nos comprometemos
a:
a) Fortalecer el acompañamiento de los
migrantes y sus organizaciones promoviendo las leyes que favorezcan su
regularización y la promoción de sus derechos.
b) Continuar en los esfuerzos de lograr una
Reforma Migratoria integral en los EE UU que respete los derechos de los
migrantes, evite la separación de las familias y reduzca las deportaciones.
c) Instar a los gobiernos al reconocimiento
del derecho humano a emigrar cuando así lo requieren las circunstancias.
d) Lograr una mayor articulación de todas las
iniciativas y acciones a nivel de las Conferencias Episcopales, de las
diferentes pastorales, de Institutos y congregaciones religiosas y
organizaciones de la Sociedad Civil.
e) Realizar un trabajo de incidencia ante el
Senado Mexicano para lograr una visa de tránsito que les brinde protección y
seguridad a los centroamericanos que se dirigen a los EE UU.
f) Continuar defendiendo el derecho a la
nacionalidad dominicana de los dominicanos de ascendencia haitiana nacidos en
el territorio antes del 2010
g) Instar a los estados a acoger los migrantes
haitianos y facilitar su regularización.
h) Buscar los mecanismos de sensibilización en
las comunidades cristianas y la sociedad en general para que se conviertan en
comunidades de acogida.
i) Exigir a las Autoridades de nuestros
países, que tomen medidas para proteger a las personas migrantes. La Iglesia
Católica está siempre dispuesta a trabajar con los gobiernos de la región para
poner fin a los abusos y la explotación de seres humanos.
Con esta declaración nos comprometemos a
llevar a cabo los retos mencionados, pidiendo a Nuestro Señor el don de su
Espíritu, que nos ilumine y nos fortalezca. Invocamos con confianza la intercesión
de Nuestra Señora de Altagracia que ha estado presente en todas nuestras
reflexiones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario