Día de Navidad
Por
Homero Luis Lajara Solá
El 25 de diciembre no se eligió al azar. En el mundo antiguo coincidía con los días del solsticio de invierno, cuando se vive la noche más larga del año. A partir de ese punto ocurre algo esencial: la oscuridad deja de avanzar y la luz empieza, lentamente, a regresar. Los días comienzan a alargarse.
Para las civilizaciones antiguas eso tenía un significado profundo. Era la certeza de que, aun en el momento más oscuro, la vida no se extingue y la luz vuelve. Por eso se celebraba el “renacimiento del sol”.
El cristianismo conectó directamente con ese símbolo: el nacimiento de Jesús se entendió como la llegada de una luz nueva al mundo, no solo física, sino moral y espiritual. Así, el solsticio dejó de ser solo un fenómeno astronómico y pasó a representar una idea universal: cuando todo parece en sombras, siempre hay un punto a partir del cual la luz comienza a vencer.
Eso es, en esencia, lo que la Navidad recuerda.
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