El Leño Pinto Digital
Didiez Burgos Buque insignia de la flota naval bajo la gestión (2009–2011), jerarquía que aún mantiene después de más de 10 años.
Cápsula naval
Por Homero Luis Lajara Solá
De mi bitácora personal.
No hay mayor satisfacción para un marino que demostrar, con hechos, que la fe y la voluntad son más poderosas que las dudas de los hombres de poca visión.
Al recibir el mando de la entonces Marina de Guerra, mi primera orden fue clara: realizar una evaluación de Estado Mayor sobre las unidades navales y su listeza operacional.
Bajo un concepto doctrinal irrefutable, “una marina militar sin barcos no es más que una caricatura de sí misma”.
El primer desafío fue el patrullero de altura PA-301 Didiez Burgos, buque que lleva el nombre del egregio padre de la Marina de la tercera República y cuyo casco guarda memoria desde la Segunda Guerra Mundial.
Algunos aseguraban que ese barco estaba destinado al desguace, convertido ya en hierro inútil.
Decidí tomar el toro por los cuernos. Consulté con oficiales activos y retirados, y entre ellos encontré un faro de luz que me alentó a seguir adelante con el rescate.
Con la vision estratégico del Estado Mayor y el esfuerzo de nuestros maquinistas, apoyados por técnicos civiles y empresas privadas, comenzó la ardua faena.
En medio de ese proceso descubrimos, casi como metáfora del abandono, el motor eléctrico de propulsión del Didiez, tirado en un pavimento olvidado del patio de la Academia Naval.
Aquello, lejos de desanimarme, encendió más el compromiso. Era como hallar el corazón del buque pidiendo volver a latir.
Finalmente, el PA-301 Didiez Burgos volvió a surcar las aguas.
No solo navegó, sino que cumplió con efectividad y orgullo los cruceros de instruction de los guardiamarinas, incluyendo travesías hacia el Gran Caribe, Miami y Puerto Rico.
Ese mismo buque, que muchos dieron por perdido, se convirtió en el insignia de la flota naval (2009–2011), jerarquía que aún mantiene después de más de 10 años.
Hoy, cada vez que escucho la estela de ese buque insignia, confirmo la enseñanza que me dejó esta experiencia:
“Cuando hay fe, voluntad, profesionalidad y propósito, todo es posible”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario