Mi perro Sony
El Leño Pinto Digital
CÁPSULA NAVAL
Por Homero Luis Lajara Solá
Desde la proa de mi singladura, en esta jornada sin carta náutica definida, reposa firme a mi costado el centinela más silencioso de mi travesía: mi perro Sony.
No busca trepar por mástiles ni tomar el timón; su rumbo es claro: estar cerca, sin pedir bitácora ni fanfarria. Basta con que le permita fondear en mi cercanía.
Su mirada no persigue vientos favorables ni se deja arrastrar por las corrientes del oportunismo.
Es un vigía sin turno, un marinero sin galones que permanece en cubierta, atento, incluso cuando todo parece moverse.
Al posar mi pie descalzo sobre su costado, no ejerzo mando: afirmo un lazo. Es un tipo de amarre que no hacen los cabos ni las eslingas, sino la lealtad.
Esa que no se oxida ni se hunde.
Lord Byron, que también tuvo un guardián fiel en su navío de vida, escribió sobre su perro Boatswain que poseía “todas las virtudes del hombre, sin ninguno de sus vicios.” Y no se equivocaba:
no hay motín en su alma ni cálculo en su afecto.
Cuando el mar se agita o la noche cierra, Sony permanece firme, al pie de mi escala, como si supiera que el verdadero honor no necesita charreteras ni clarines. Solo presencia fiel.
A sus catorce años, sigue en guardia, como serviola de mi seguridad, con el oído atento al silencio y el corazón anclado a mi sombra.
Y en este océano de días inciertos, saber que alguien así navega contigo…
ese momento vale más que todo un escuadrón en formación.
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