Almirante Luis Homero Lajara Burgos
El Leño Pinto Digital
Una Armada que aspire a respetarse, debe comprometerse con una doctrina naval sólida, profesional y con visión estratégica.
CÁPSULA NAVAL
Por Homero Luis Lajara sola
En la mar, “ojo al Cristo” no es superstición. Es una orden silenciosa que todo marino comprende. Significa atención, previsión y reflejos listos.
Porque en el puente de mando no se improvisa: se decide con temple, se actúa con conocimiento y se navega con honor.
Así lo entendieron los marinos que, junto a 50 cadetes del Ejército y la Fuerza Aérea con sus respectivos instructores, integraron la Misión Naval a España en 1954, cuando tres buques dominicanos —el destructor D-101, la fragata F-103 y la corbeta Colón C-103— cruzaron el Atlántico ondeando nuestro pabellón.
Fue más que una visita oficial: fue el primer acto real de proyección operacional y estratégica de nuestra Armada en el siglo XX.
Aquella travesía exigió vigilancia constante, unidad de mando y convicción doctrinaria. Cada oficial sabía que representaba a una Nación, y que el éxito no dependía solo de la navegación, sino de la disciplina, el honor y la preparación táctica de cada tripulación.
Esa misión dejó una estela clara:
una Armada que aspire a respetarse, debe comprometerse con una doctrina naval sólida, profesional y con visión estratégica.
No basta tener barcos.
Hay que formar líderes que comprendan el arte del mando, el valor de la previsión y la importancia del pensamiento marítimo.
Hoy, como ayer, “ojo al Cristo” debe seguir siendo la consigna que nos mantenga firmes ante la tormenta, alertas ante el peligro y fieles a nuestra vocación institucional.
Porque el futuro de la defensa marítima no se improvisa:
se forja desde la doctrina,
se sostiene con visión,
y se honra en el mar.
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