El Leño Pinto Digital
“A toda vela”: No es solo ir rápido. Es desplegar todo lo que uno tiene —velas, alma y coraje— para avanzar con el viento a favor.
⚓ Cápsula Naval –
Por Homero Luis Lajara Solá
En la cubierta de la historia, muchas de nuestras palabras diarias llevan aún el salitre del océano.
Son expresiones nacidas en la mar, forjadas entre jarcias y tempestades, y que hoy usamos sin saber que alguna vez fueron órdenes, castigos o maniobras de vida o muerte.
“A toda vela”: No es solo ir rápido. Es desplegar todo lo que uno tiene —velas, alma y coraje— para avanzar con el viento a favor.
Así navegaban los bergantines cuando no había tiempo que perder.
“Estar en capilla ardiente ”: Los marinos sabían que antes del castigo venía la oración. En la capilla del buque se enfrentaban a sus actos y a su conciencia.
Hoy, la frase sobrevive en tierra para quienes esperan un momento difícil.
“Pasar por la quilla”: No era metáfora. Era castigo real y brutal: atado con cuerdas, el infractor era arrastrado bajo el casco del barco, de babor a estribor.
Una frase que aún evoca dureza y corrección implacable.
“Hacer agua”: Cuando un navío comienza a filtrar por su casco, el peligro es inminente.
En la vida, decimos que algo “hace agua” cuando sus fundamentos se quiebran. La metáfora flota intacta hasta hoy.
“A la deriva”: El peor estado de un buque. Sin timón, sin velas, sin rumbo.
Igual que una persona que ha perdido norte, destino o propósito.
El lenguaje naval no es adorno. Es herencia de siglos en altamar.
Hablarlo es rendir tributo a los que navegaron antes que nosotros, y recordar que aún en tierra firme, llevamos el mar dentro.
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