No se puede actuar sin consecuencias y luego querer navegar entre honores intactos
El Leño Pinto Digital
Cápsula naval
Por Homero Luis Lajara Solá
En abril de 1794, el teniente general Jean-Frédéric de La Tour du Pin, conde de Paulin, fue conducido a la guillotina.
Antiguo ministro de Guerra y hombre del viejo orden, marchó hacia el cadalso con el porte impecable de quien aún parecía negociar, más que rendir cuentas.
Uno de los ayudantes del verdugo, desconcertado por tanta compostura, murmuró: “Este parece más comerciante que acusado.”
Su figura quedó grabada como un símbolo: el de aquellos que creen que basta con representar dignidad… sin haberla tenido.
Olvidan que el deber no admite representaciones. Y que cuando el juicio llega —sea humano o histórico— ya no hay guion que los salve.
Desde entonces, hemos visto otras figuras de charreteras brillantes que cruzaron las aguas del poder olvidando que el uniforme exige más que presencia: ¡exige coherencia!
Algunos, al ser llamados a rendir cuentas, se presentan con gestos frágiles, palabras medidas y miradas bajas, como si la memoria de sus actos pudiera diluirse con una escena de pseudo arrepentimiento.
Pero el mar —como la historia— tiene larga memoria. Y no hay mascarilla que resista el salitre del tiempo.
No se puede actuar sin consecuencias y luego querer navegar entre honores intactos.
La imparable máquina del tiempo de la historia termina arrojándolos al olvido… con el gallardete o la mácula oscura que merezcan según sus actuaciones.
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