El Leño Pinto Digital
Cápsula Naval
Por: Homero Luis Lajara Solá
En tiempos donde el mundo parece navegar sin brújula, la disciplina sigue siendo el ancla que impide que el barco de la institución derive hacia la confusión.
La llamada era disruptiva —marcada por tecnologías que cambian en semanas lo que antes tomaba décadas— exige oficiales que entiendan el cambio sin perder el rumbo.
La obediencia no es debilidad. Es fuerza contenida.
La subordinación no es servilismo, es sentido de misión.
Quien porta un uniforme naval debe saber que el timón del mando no puede sujetarse con dudas ni vaivenes emocionales.
Por eso, en medio de tantos discursos ajenos, el militar se mantiene en silencio operativo, ejecutando su deber con honor y sin espectáculo.
Cambiar métodos no implica renunciar a principios.
Modernizar no es desordenar.
Actualizar no significa perder la verticalidad del mando. Todo lo contrario: mientras más ruido hay fuera del buque, más firme debe sonar la voz del comandante y más nítida debe ser la respuesta del subordinado: “¡A la orden, mi comandante!”
Porque en la mar gana el que obedece con honor, ejecuta con precisión y respeta la jerarquía como faro en la tormenta.
La era distruptiva
La era disruptiva es aquella etapa del desarrollo humano en la que los avances tecnológicos, los cambios culturales y las tensiones geopolíticas convergen para desestabilizar estructuras establecidas, obligando a individuos, instituciones y naciones a redefinir sus estrategias, valores y modos de operar en tiempo real. Es una época de incertidumbre, pero también de oportunidades sin precedentes para quienes comprenden que adaptarse no basta: hay que anticiparse.
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