Hoy las amenazas no solo vienen por estribor o babor: toman las formas de corrupción, populismo, ignorancia estratégica o tecnologías sin control.
El Leño Pinto Digital
Cápsula naval
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Por Homero Luis Lajara Solá
En toda travesía compleja, no basta con tener cartas náuticas: se necesita quien las interprete.
En la vida institucional, como en el mar, los vientos cambian, las corrientes se cruzan y las tormentas no siempre dan aviso.
Por eso, en esta hora, el país necesita más que timoneles improvisados: necesita exégetas del rumbo, navegantes del pensamiento estratégico capaces de leer el oleaje de la historia y ajustar el velamen al destino superior de la nación.
Un exégeta no es quien simplemente repite órdenes o memoriza reglamentos.
Es quien comprende el propósito detrás de cada maniobra, quien no pierde de vista el faro aun cuando la niebla de lo inmediato lo confunda todo.
En los puentes de mando —militares o civiles— debe haber oficiales y ciudadanos formados no solo para ejecutar, sino para interpretar con rigor y visión.
Hoy las amenazas no solo vienen por estribor o babor: toman las formas de corrupción, populismo, ignorancia estratégica o tecnologías sin control.
Y solo quienes hayan afinado el sextante de la razón y calibrado el astrolabio de la ética podrán trazar rutas confiables hacia puerto seguro.
El país no puede dejar el timón en manos de quienes no leen el horizonte.
Se necesitan comandantes de propósito, analistas de tormentas, marinos del deber que conozcan la bitácora de su historia y no teman levantar anclas hacia la excelencia.
Porque no hay navegación honorable sin propósito.
Ni hay defensa sin pensamiento. Y ningún buque se mantiene a flote si su tripulación no sabe por qué zarpa ni adónde va.
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