martes, 13 de mayo de 2025

“El acto de disciplina es un paso más lejos del fracaso”




El mar no perdona la improvisación. 


El Leño Pinto Digital

Cápsula naval


Por Homero Luis Lajara Solá 

En el arte de navegar, como en la vida militar, la disciplina no es un castigo ni una imposición arbitraria, sino una brújula interna que nos orienta en medio del oleaje de las emociones, la incertidumbre y el ruido de las voces externas. 

Cada acto de disciplina —levantarse a la hora exacta, cumplir la guardia sin desvíos, obedecer órdenes con honor y criterio— es un nudo firme en  el cabo  del deber, y un paso más lejos del naufragio personal y colectivo.

El mar no perdona la improvisación. 

En el puente de mando, como en los puestos menos demandantes del navío, el marinero que se adiestra en la disciplina aprende a prever, a corregir y a resistir. 

La disciplina lo salva cuando la tormenta no da tregua y lo guía cuando la oscuridad oculta la costa.

Los que fracasan a menudo lo hacen porque cedieron a la indisciplina disfrazada de comodidad, arrogancia o desdén por el reglamento. 

Pero el que se mantiene firme, incluso en lo invisible, construye un carácter capaz de liderar sin gritar y de obedecer sin humillarse.

En los cuarteles y en altamar, la historia nos enseña que los grandes comandantes fueron primero grandes discípulos del orden. 

La disciplina no lo aleja del fracaso solo por evitar errores: lo aleja porque lo eleva por encima de sus propias debilidades.

Porque en esta singladura de la vida naval, cada acto de disciplina es una vela que se iza en dirección contraria al viento del fracaso.

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