La nación surca, cada día, mares de asfalto que se tornan más procelosos

El Leño Pinto Digital

"La educación vial, la cortesía al conducir y el respeto al prójimo deben ser velas izadas con orgullo desde cada hogar, cada escuela y cada esquina"

Cápsula naval 

Por Homero Luis Lajara Solá 

La nación surca, cada día, mares de asfalto que se tornan más procelosos.

 

Calles y autopistas, especialmente en las zonas de acceso y salida —nuestros puntos de atraque y desatraque en tierra firme—, presentan señales claras de mares turbulentos.

 

El tránsito, lejos de fluir como una corriente armónica, semeja ya un oleaje impetuoso que desafía la seguridad y la convivencia ciudadana.

 

Vehículos pesados, cual leviatanes del pavimento, imponen su paso con escasa moderación, mientras motocicletas y automóviles ligeros navegan sin respeto por las normas, como botes a la deriva, desatendiendo el marco legal que regula la navegación terrestre.

 

Las consecuencias no son menores: combustible malgastado, tiempo que no vuelve, y más aún, un desgaste emocional que cala profundo en quienes navegan al hogar con el ánimo fatigado por la jornada.

 

La travesía exige más que esfuerzo: requiere dirección clara, constancia sostenida y coordinación estratégica de avezados capitanes.

 

¡Que Marte, emblema de la acción inteligente, ilumine decisiones firmes y oportunas!

¡Que Neptuno, señor de las rutas marítimas, inspire orden en las corrientes del tránsito!

Que el faro de la luz cívica, nos recuerde que respetar las normas no es tarea exclusiva del Estado, sino responsabilidad compartida de toda la tripulación nacional.

 

Porque ningún timonel —por hábil que sea— podrá llevarnos a buen puerto si quienes lo acompañan no reman con convicción hacia el mismo horizonte.

 

La educación vial, la cortesía al conducir y el respeto al prójimo deben ser velas izadas con orgullo desde cada hogar, cada escuela y cada esquina.

 

Porque amamos esta patria.

Porque aún hay tiempo de corregir el rumbo.

Y porque cuando se gobierna con justicia y  temple, obedeciendo con conciencia, ningún mar resulta demasiado bravo.