El éxito verdadero no ancla en puertos de aplauso, sino en la conciencia de haber cumplido el deber, aun cuando el viento sea ingrato.
El Leño Pinto Digital
CÁPSULA NAVAL
Por: Homero Luis Lajara Solá
En la mar de la vida militar, no todo se mide en grados ni en entorchados.
El verdadero oficial no navega por reconocimientos, sino por convicción. Su norte no está en las estrellas del hombro, sino en la estela que deja al pasar.
A la patria no se le pasa factura. Se le sirve con alma de vigía, con la firmeza del timonel que no abandona el rumbo aunque la brújula del reconocimiento se nuble.
El éxito verdadero no ancla en puertos de aplauso, sino en la conciencia de haber cumplido el deber, aun cuando el viento sea ingrato.
Como Pompeyo, que despejó de piratas el Mare Nostrum en tres meses sin esperar laureles, debemos actuar con eficiencia y propósito.
No por brillo personal, sino porque el deber lo exige. Su flota no navegó buscando medallas, sino paz para Roma. Así también debemos obrar: con excelencia silenciosa.
El oficial naval que entiende esto, no desfallece ante el silencio de los reconocimientos.
Sabe que las grandes obras —como los astilleros que forjan buques para otros— raramente las disfruta quien las construye, pero en algún puente de mando, allá en el horizonte eterno, donde los mares se encuentran con la historia, se goza el eco de lo bien hecho.
A los jóvenes que hoy sienten el ancla de la desmoralización, les decimos: el valor no está en la visibilidad, sino en la firmeza.
Que sus travesías no busquen puertos fáciles, sino causas nobles.
No se dejen tentar por el canto de la popularidad vacía; mejor asuman el silencio fértil del que siembra honor y recoge respeto sin pedirlo.
Que el deber sea su vela, la patria su quilla, la disciplina su casco y la memoria de los grandes su brújula.
Porque en esta singladura de vida militar, el impacto que dejas —no el aplauso que recibes— es la verdadera victoria.
Y cuando llegue la última guardia, que el juicio de la historia los encuentre firmes, en posición de respeto, con el alma izada a tope.
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