sábado, 26 de abril de 2025

EL CICLO CUMPLIDO Y EL ARTE DE SABER PARTIR




Lo verdaderamente noble no es durar, sino formar a quienes vendrán y saber partir con el respeto intacto y la conciencia tranquila


El Leño Pinto Digital


CÁPSULA NAVAL 
 

Por Homero Luis Lajara Solá 
 
En la navegación institucional, como en toda travesía marítima, llega la hora en que el timonel veterano debe soltar el gobernalle y permitir que nuevos oficiales, formados al calor del deber, asuman el comando de la nave. 
 
La alternabilidad no es solo una norma de relevo; es un principio estratégico que garantiza la listeza del convoy ante los embates del tiempo.
 
Hay quienes, tras haber cumplido su ciclo, permanecen más allá de lo razonable, aferrados a posiciones que ya no son sensitivas, ni responden a razones de Estado o de seguridad nacional. 
 
Esta prolongación sin propósito, no solo desdibuja su legado, sino que va minando de cabo a cabo el respeto que sus subordinados aún conservan por ellos.
 
El silencio, por disciplina, no debe confundirse con admiración perpetua.
 
Pero más grave aún es cuando estos antiguos oficiales, ya fuera del radar orgánico y sin funciones definidas, no cumplen ni siquiera con las responsabilidades mínimas, y en vez de apoyar el rumbo final trazado hacia puerto seguro, se dedican a cuestionar desde la borda a quienes, con responsabilidad y temple, ajustan las velas para presentar el plan de navegación ante el comandante del convoy.
 
Esa actitud no solo les resta autoridad moral; socava el maderamen de su propia imagen ante la historia.
 
Como el viejo Argos que, tras guiar a Odiseo en su juventud, supo retirarse a tiempo, el oficial sabio debe comprender que no se puede gobernar una nave desde las sombras ni prolongar indefinidamente su estadía en cubierta cuando ya no se tiene carta de navegación legal ni misión asignada.
 
La mar enseña que cada oficial tiene su hora de alzar velas y su hora de rendir honores. 
 
Lo verdaderamente noble no es durar, sino formar a quienes vendrán y saber partir con el respeto intacto y la conciencia tranquila.
 
Porque el respeto no se exige: se navega.

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