miércoles, 16 de septiembre de 2015

Admito que estoy conspirando

“SOY UN CONSPIRADOR DELTA, CON LA ‘D’ DE DIOS COMO CAPITÁN DE NUESTRA NAVE, Y LA ‘D’ DE DUARTE, CREADOR DE ESTA NACIONALIDAD.

Homero Luis Lajara Solá
Santo Domingo
“La mente que se abre a una nueva idea jamás regresa a su tamaño original”
-Albert Einstein-

Sin la proverbial ironía de Sócrates, estoy a punto de hacer una confesión escrita, que en nuestro escenario político vernáculo, cundido de mentiras aviesas y salpicadas de intrigas manipuladas, no suele ser común. Podría decirse que es un “mea culpa”, pues trata sobre mi participación en las reuniones de un grupo de pasados jefes militares y policiales del gobierno del mismo partido que ahora dirige los destinos de la República, que frente a unas tazas de humeante café discuten de manera amena sobre los más diversos tópicos. Adelanto que esta “actividad conspirativa” se realiza cada semana, a la luz de todos, y en un pasillo abierto al público, dentro de una concurrida plaza comercial del polígono central de nuestra capital.
Compartir un café con el propósito de socializar es una vieja costumbre que se practica entre las personas civilizadas desde hace mucho tiempo. Sin embargo, y debido a que de manera particular nuestra reunión semanal parece haber llamado la atención de algún “acucioso” observador, de seguro que muchos se preguntarán cómo surgió la idea del “café conspirativo”. Pues es fácil de explicar: Sucedió que un día tres militares eméritos (el término “ex-militares” es incorrecto en nuestro caso; disfrutamos de un honroso retiro de la vida castrense), en pleno ejercicio de nuestros derechos civiles y políticos, aunados a principios y pensamientos similares, acordamos dedicar un día de la semana para conversar y compartir ideas, proponiendo soluciones en un escenario abierto y pluralista, donde invitaríamos a personas de prestigio con interés y capacidad de aportar a un debate respetuoso, académico e institucionalista.
Simplemente, decidimos romper el mito de que el militar que se retira del cuartel debe desaparecer de escena, como si estuviera obligado a refugiarse en un templo budista en el Tíbet, o la tebaida egipcia, permaneciendo allí en estado de hibernación hasta dar la “vuelta de campana”.
Uno de esos días, en medio de un fluido debate donde intentábamos “arreglar el mundo” con nuestras disquisiciones influidas por la cafeína y la ambrosía, una mente brillante de los allí reunidos, de aquellas usualmente sub utilizadas y desaprovechadas en los cuarteles, propuso la novedosa idea de formalizar esas reuniones, creando un grupo que se identificaría como el “Círculo Delta”. Sería una agrupación de ciudadanos sin vinculación partidaria, pero comprometidos con la defensa y promoción de los más altos valores y principios democráticos, bajo el norte del respeto y la tolerancia para quienes difieran de nuestros puntos de vistas, es decir, ni radicalismo ni fanatismo.
Dado el origen común de sus tres fundadores, los temas de la seguridad y defensa podrían lucir en ese contexto como argumentos exclusivos de esos debates. Sin embargo, para adelantarnos a esa idea, decidimos mejor abrir el abanico de posibilidades, dando cabida a los demás tópicos que contribuyeran a promover y propiciar nuestro desarrollo como nación. Así surgió el Círculo Delta, y me imagino que después de que los organismos de seguridad del Estado ya saben lo que se discute, analiza y se reflexiona en ese café, los sicofantes que siempre nos acompañan serán utilizados en labores de seguridad ciudadana y nacional.
Poco tiempo después, la proyección del Círculo Delta tomó un giro interesante, cuando dos miembros fundadores se unieron a quien por más de un año navegaba con sus ensayos mensuales en el portaaviones de la prensa escrita nacional (Listín Diario), y comenzó una estrategia conjunta de aire, mar y tierra, cambiando la pólvora por el olor de la tinta, dando génesis a una novedad sin precedentes en los medios de prensa dominicanos. Soldados, hoy en servicio pasivo, que ocuparon posiciones relevantes en el mando militar, con sus experiencias y conocimientos adquiridos, aportando ideas sobre su visión de cómo lograr vivir en un país mejor para todos.
Por eso, cuando la dominicanidad y los principios duartianos fueron amenazados por sectores foráneos con apoyo local, al producirse el trabucazo legal que significó la histórica sentencia 168- 13, del honorable Tribunal Constitucional, que motivó y orientó al gobierno dominicano para que asumiera su sagrado deber de preservar el legado de Duarte y Luperón, el llamado de la Patria nos encontró organizados con pluma al ristre.
En tal circunstancia, y para bien de los que amamos este suelo, nos tocó un Presidente con un equipo de asesores que a la fecha se han manejado a la altura de sus responsabilidades, demostrando mesura, pero sin perder la dignidad nacional, con la sola excepción de algunas situaciones que, de acuerdo a lo que leí en la prensa, lucen ambiguas, quizás por presión internacional, y que esperamos se aclaren, como lo referente a pretender aplicar el Jus Solis a personas de origen ilegal.
Confiamos en que el “urgente” Plan Nacional de Regularización de Extranjeros, que constituye un modelo a seguir, incluso para países desarrollados, continuará viento en popa y a toda vela, con la severidad de un sensor romano, sin prisa pero sin pausa, ya que una cosa bien hecha poco a poco, no es poca cosa.
Ya consolidado el Círculo, y en adición a los que ya se habían inscrito como miembros pasivos, recibió con beneplácito la llegada de dos refuerzos proactivos y entusiastas: un exjefe policial y uno de los periodistas más experimentados en el mundo de la prensa escrita y televisiva. Con estas nuevas plumas el Círculo Delta se compactó aún más.
Para sorpresa de todos nosotros, cuando el Círculo Delta salió a la palestra pública con un comunicado que hoy, dados los tristes y preocupantes acontecimientos acaecidos, ha demostrado tener gran validez, las críticas vertidas a tal manifestación de preocupación democrática fueron, en su mayoría, dirigidas de manera personal a algunos de los Deltas, no al contenido en sí de los argumentos que la organización esgrimió en ese momento, los cuales, lamentablemente y a pesar de los ingentes esfuerzos del gobierno y sus autoridades para erradicarlos, aún persisten.
Si a este esfuerzo patriótico democrático y responsable alguien lo puede llamar “conspiración”, confieso entonces que estoy conspirando, sí, pero contra la falta de institucionalidad y planificación estratégica; y la ausencia de una decisión política firme, para que no solo se apruebe una Ley de Reforma Policial eficaz, sino que, bajo el prisma de esa misma ley, sus mandos sean designados en base a una profesional evaluación de desempeño realizada por una comisión con capacidad, moral y experiencia para cumplir esa delicada tarea. “Conspiro” para evitar que con esta ley pueda pasar lo que sucedió con la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, donde algunos que la promovieron con tanto afán fueron los primeros en violarla, cuando al asumir posiciones de gabinete no asesoraron correctamente al señor Presidente de la República, causando que, por desconocer las interioridades militares, la autoridad suprema de las FFAA firmara decretos inconstitucionales e ilegales, además de realizar ascensos, nombramientos y retiros selectivos, etiquetando el tema castrense.
Estoy conspirando con mi pluma y tinta, contra la insensibilidad e irracionalidad. Mientras nosotros dormimos, dominicanos uniformados y armados arriesgan sus vidas patrullando nuestras calles y fronteras, pensando en el inseguro bienestar de sus familias. Mi conspiración es más intensa contra los que critican a nuestros militares y policías, los cuales, en la mayoría de los casos, han respondido a la voluntad política pretérita y actual. Ellos son el producto de un medio social donde ahora es que se empieza a comprender la importancia de la educación como plataforma del desarrollo de los pueblos, y que sin una seguridad social decente las lealtades son una quimera.
Esta conspiración está dirigida también contra aquellos que premian la falta de vocación y ausencia de sentido de grandeza, convirtiendo los Ministerios y Direcciones Generales, que son las estructuras administrativas del Estado, en organismos de beneficencia para el clientelismo político, donde gravitan la incapacidad y la niebla mental. Con esta conducta conducen a nuestro pueblo a la corrupción de las costumbres del espíritu y propagan la peste de la indiferencia.
Por actuar con honor y dignidad, nunca servil, reclamando derechos adquiridos sin genuflexión alguna, siempre bajo el imperio de la ley, soy un conspirador Delta, con la D de Dios como capitán de nuestra nave, y la D de Duarte, el creador de esta nacionalidad. Acabo de confesar, y como dijo el célebre Miguel de Unamuno: “El que pecó y confesó, se salvó”.
EL AUTOR ES MIEMBRO FUNDADOR DEL CÍRCULO DELTA
Para comunicarse con el autor 
fuerzadelta3@gmail.com

Fuente: Periódico Listin Diario

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