Homero Luis Lajara Solá
Santo Domingo
“Hay palabras que por las ideas que revelan llaman
nuestra atención y atraen nuestras simpatías hacia los seres que las
pronuncian”.
-Juan Pablo Duarte-
-Juan Pablo Duarte-
El
pasado 4 de agosto, se cumplió el 29 aniversario de la partida en la Barca de
Caronte, después de haber dado la vuelta de campana, del almirante Ramón Julio
Didiez Burgos, hombre de armas y letras, y primer Jefe de Estado Mayor de la
Marina de Guerra, hoy Armada de República Dominicana.
Fue
un ilustre hombre de mar, cultivador de las ciencias navales desde las aulas y
las cubiertas de nuestros buques de guerra, empavesado con una conducta
intachable e institucionalista, digna de emular.
Graduado
de agrimensor en la entonces Universidad de Santo Domingo. Ingresó en 1932 a la
compañía de zapadores del Ejército Nacional, y luego trasladado al destacamento
de Marina en 1933, zarpando al mundo de la rueda de cabilla, el ancla y el
arganeo, hasta alcanzar la máxima posición de la institución que vela por el
resguardo de nuestras costas y mar territorial.
En
su brillante carrera naval dejó una estela de honor, capacidad y respeto a las
tradiciones tan inmensas, que junto al almirante César De Windt Lavandier, es
considerado hoy como uno de los padres de la Armada Dominicana de la Tercera
República.
Durante
el desempeño de su luminosa carrera como oficial naval, es posible encontrar
numerosos hechos relevantes: en 1938, trajo desde Cuba al pionero de la
aviación dominicana Frank Félix Miranda y su avión Colón, después del trágico
accidente del vuelo panamericano; en el año 1942, fue jefe de la flotilla de
guardacostas de la entonces Marina Nacional, con tripulación netamente
dominicana, entrenada en guerra antisubmarina en Miami, Florida; y director de
la Academia Naval en 1943, ubicada en la Base Naval de Las Calderas, Baní. Al
relatar la vida de este ilustre nauta, en su bitácora no puede faltar la manera
casi milagrosa en que salvó la vida a bordo del vapor “Presidente Trujillo”,
cuando en plena Segunda Guerra Mundial, el 21 de mayo de 1942, en ruta Fort de
France (Martinica), rumbo a San Juan (Puerto Rico), el buque mercante
dominicano fue impactado por un torpedo de un submarino alemán. Sobre ese
relato marinero renace su fe en la Virgen del Amparo, actual patrona de la
Armada de República Dominicana.
El
comandante Didiez Burgos también fue director del Instituto Cartográfico
Nacional, convirtiéndolo en uno de los mejores de América Latina.
Como
miembro fundador de la Sociedad Dominicana de Geografía, colaboró para resaltar
la idea de esa isla donde “Hay un país en el mundo colocado en el mismo
trayecto del sol” (P. Mir).
Este
insigne nauta publicó diversos escritos sobre estudios que realizó respecto a
la ubicación del nuevo puerto de Santo Domingo, en la zona comprendida entre la
Fuente de Colón y Los Tres Brazos, confluencia de los ríos Ozama e Isabela. Su
teoría se basaba en lo seguro, y resguardado que estaría ese puerto de
huracanes, y que los muelles podrían tener una extensión de 2,270 metros. Otro
de sus estudios, esta vez sobre el puerto de La Caleta, amerita la
consideración de quienes están encargados de esas áreas tan fundamentales para
el desarrollo nacional, así como sobre la ampliación del puerto de Haina.
El
Milagro del Fuerte de Santo Tomás y Guanahani o Mayagu¨ain, son otras obras
publicadas por el avieso marino y letrado, las cuales merecen estar en las bibliotecas
de todos los interesados en las ciencias navales y amantes de la cultura
general, sobre todo porque el almirante Didiez se dedicó a recorrer, siguiendo
rumbos y distancias, las rutas que navegaron Colón y sus subordinados, para
asegurarse de la veracidad de los relatos, llegando a comprobar, con cálculos
navales de velocidad, distancia y tiempo, basados en los relatos sobre los
mismos, que algunos nombres, por lógica, no estaban acordes con las distancias
recorridas.
El
hecho de que en ese mar de fondo del año de 1961, al almirante Didiez, ya en
retiro, le hayan dado el comando del Yate Angelita, para trasladar el féretro
con los restos del dictador, generalísimo Trujillo, se debió a que era el
comandante de barcos más calificado, y que había navegado comandando el mismo
en Europa y los Estados Unidos de Norteamérica.
En
medio de la travesía, se impartió una orden por radiograma, para que el segundo
comandante Brady Berrocal, relevara al almirante Didiez, retornara al país y
atracara en la Base Naval de Las Calderas, Baní. Por lo reservado que suelen
ser los asuntos militares, y más en esa época, han surgido leyendas que a bordo
de ese barco iban baúles repletos de lingotes de oro y dólares, donde el rigor
de la historia aguarda para esclarecer definitivamente los hechos.
Dominicano íntegro
A pesar de este hombre de mar haber sido condecorado con la “Orden de Cristóbal Colón” por el gobierno dominicano (1975), un año antes de su partida, por su libro Guanahani o Mayagu¨ain, en el que hace un estudio magistral sobre el diario de Colón, nunca fue tomado en cuenta por ningún gobierno post Trujillo, siendo puesto en retiro en la postrimería de la tiranía, en pleno uso de sus brillantes facultades intelectuales de larga data y experiencia profesional, alineadas bajo el azimut de la honestidad y capacidad gerencial.
A pesar de este hombre de mar haber sido condecorado con la “Orden de Cristóbal Colón” por el gobierno dominicano (1975), un año antes de su partida, por su libro Guanahani o Mayagu¨ain, en el que hace un estudio magistral sobre el diario de Colón, nunca fue tomado en cuenta por ningún gobierno post Trujillo, siendo puesto en retiro en la postrimería de la tiranía, en pleno uso de sus brillantes facultades intelectuales de larga data y experiencia profesional, alineadas bajo el azimut de la honestidad y capacidad gerencial.
Eso
se debió a que nunca se inmiscuyó en lides político-partidista, ni aún después
de su honroso retiro, observando impotente como en ocasiones, oficiales sin
luces, sólo por su cercanía al poder político y sus clanes militares,
únicamente por eso, dirigían incluso entidades oficiales no militares, mientras
era sub-utilizada una pléyade de oficiales capaces y honestos.
Este
es un reconocimiento póstumo a un dominicano digno de recordar todos los días,
sobre todo, en momentos en los cuales, muchas veces, por falta de autoridad y
la inexistencia del temor a la sanción, algunos militares y policías indignos
han traicionado a la Patria y la memoria de los que abonaron las ubérrimas
tierras dominicanas con su sangre, para que tengamos bandera y escudo. Con
sobradas razones resaltamos un extracto de la oración fúnebre del doctor Manuel
de Jesús Mañón Arredondo en el sepelio del almirante Ramón Julio Didiez Burgos:
“Y como el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas, según la temblorosa frase
del Génesis, flotan entonces sobre los pueblos el arquetipo humano de ideas
luminosas, los dirigentes rectos, de ideas tenaces que concilian lo
irreconciliable, que separan la luz de las tinieblas, que hacen el orden, que
es la armonía de las cosas y hacen la felicidad que es la armonía de las almas;
y Ramón Julio Didiez Burgos llevó encendidos esos grandes principios eternos en
su ya apagado cerebro”.
Finalmente,
utilizo el código internacional de banderas, una tradición naval, para levantar
las de Bravo-Zulú, para encomiar al almirante Didiez Burgos en su puesto de
mando del más allá, implorándole que ilumine a los que hoy comandan, en pro de
que siempre piensen en “dejar las cosas mejor que como las encontraron y que deseen
siempre que estén mejor que como ellos las dejaron”, para que como en el caso
que nos ocupa, al final de la travesía, el panegirista diga: “Los hombres como
el almirante Didiez Burgos escriben historia y hacen la historia”.
EL
AUTOR ES MIEMBRO FUNDADOR DEL CÍRCULO DELTA. ALMIRANTE RAMÓN JULIO DIDIEZ
BURGOS, PRIMER JEFE DE ESTADO MAYOR DE LA MARINA DE GUERRA DE LA TERCERA
REPÚBLICA
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