En un periódico enemigo de la República Dominicana en España.
Una respuesta a D. Mario Vargas Llosa
Por MANUEL NÚÑEZ
EL AUTOR es
historiógrafo, escritor, poeta y profesor universitario. Reside en Santo
Domingo.
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Que Mario Vargas Llosa
es uno de grandes escritores de la lengua española, quizá el más importante de
los novelistas vivos, es algo que no puede ponerse en duda. Por ello, se le ha
distinguido con el Premio Nobel de Literatura y con reconocimientos que le
llueven de todas partes todos los días. Pero esas extraordinarias capacidades y
clarividencias que soy el primero en admirar, no son extrapolables a otros
dominios, en donde el gran maestro de la ficción, el experto en desarrollar
esas mentiras que son las novelas, no tiene la misma competencia ni se le
considera una lumbrera.
Se puede ser un
extraordinario escritor, y ser al mismo tiempo un idiota moral. No hay
contradicción en ser un gigante en un dominio particular de las ciencias o de
las artes, y ser, a su vez, un pigmeo en la política, en la historia y en los
juicios que se hagan sobre las sociedades. Los ejemplos de grandes escritores,
incluso premio nobeles que han escritos majaderías y despropósitos en dominios
en donde no puede aplicarse el prestigio que todo el mundo le reconoce, son
abundantísimos y podrían llenar un libro de extravagancias.
En el caso de D. Mario
hay dos factores que, acaso esclarecen, su posición con relación a la decisión
del Tribunal Constitucional dominicano.
1. Ha declarado urbi
et orbi ser un cosmopolita. No hay púlpito del mundo en el que no predique en
contra de las existencias de las naciones. Rechaza, tajantemente, cualquier
atisbo de nacionalismo. Eso es porción esencialísima del catecismo que repite,
sin ton ni son, en todos los foros internacionales, sin importar las
complejidades de las que se trate. En su prodigiosa imaginación de novelista,
todos los males sociales se simplificanen una dimensión única: el nacionalismo,
y la forma de combatirlo se reduce a negar la nación. En su condición personal
de súbdito español y ciudadano de la Unión Europea, se ha convertido en un
ciudadano del mundo. Una ciudadanía de aeropuerto. Una persona que no puede
considerarse extranjero en ninguna parte. Ni puede jurarle lealtad a ningún
Estado ni a ninguna patria. Esa condiciónlo lleva abominar de todo el que
defiende su terruño, su patria minúscula. Lo tacha de racista, de xenófobo,
hitleriano y de todas las monstruosidades contenidas en el diccionario.
Como decía Martí, cree
el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea. Si su condición fuera la
de los humildes peruanos de Arequipa que tratan de entrar a Londres o a Madrid,
que son devueltos de Japón o de Estados Unidos e incluso de Chile, otro gallo
cantaría. Esos arequipeños se han encontrado con un mundo lleno de rejas, de
alambradas, fronteras, normas. Muy bien. Es el mundo que usted quisiera
sustituir, como una justa ambición, en sus novelas. Porque encarna una aspiración
humanitaria de todos aquellos que creen tener el monopolio del corazón, de los
buenos sentimientos y de la bienandanza. Pues bien, ese mundo sólo existe en su
imaginación, don Mario. Y qué bueno que así sea. Porque qué sería del mundo si
los únicos que tuviesen derecho a todo fuesen únicamente los extranjeros.
Que no existan los
Estados que controlen, que no haya inspectores de inmigración ni control de
policía. Un mundo en el que podemos escoger la nacionalidad que queramos,
adoptar el sexo que nos parezca mejor, cambiar de pasaporte cuando nos plazca,
y cumplir sin limitaciones con todas las ocurrencias y virguerías de nuestra
imaginación hiperbólica. Ese mundo, que es el de sus convicciones, puede
existir perfectamente en las novelas.
2. Poner todo el prestigio
del Nobel para arrebatarle a los dominicanos, que usted lo sabe mejor que
nadie, viven en una situación de promiscuidad territorial con el país más
empobrecido del continente, el derecho a decidir quiénes son sus nacionales, es
un desatino que no compagina con la amistad que le han profesado los
dominicanos. En su credo la nación se volatiliza hasta volverse nieblas; en el
nuestro es el único marco que da sentido al esfuerzo de todos y al porvenir de
un proyecto común.
3. Muchas de las
informaciones echadas a rodar en su artículo del 3 de noviembre son auténticas
falsedades. Falsa es la cantidad de personas, 200.000 decía usted, en
circunstancias semejantes a la de la señora Deguis Pierre. La Junta Central
Electoral acaba de dar el inventario completo de los descendientes de
extranjerosdesde el 1929 al 2007. El sistema sólo tiene registrado 53.847 y
pertenecen a 117 nacionalidades. De esos, 24.392 fueron inscritos de manera
regular. Esto representa el 55%. Del total, 24.392 no fueron inscritos con arreglo
a la Constitución y las leyes. De esa cantidad, 13,637 son descendientesde
padres haitianos. De ese conjunto, 4.859 corresponden a haitianos declarados
con un ficha de trabajador temporero de ingenio azucarero, que es el caso de la
señora Deguis Pierre, y el resto se incorporaron de manera fraudulenta en el
registro. A partir del 2004 se incorporaron los libros de extranjería para
registrar los nacimientos. La información dada por usted al mundo resulta,
pues, falsa.Tampoco es verdad que el caso Deguis Pierre sea semejante al de las
niñas Dilcia Jean y Violeta Bosico, que fue llevado ante la Corte
Interamericana. En ambos casos, chocaban las legislaciones dominicanas y
haitianas. Porque basta con que uno de los padres sea, indudablemente,
dominicano, y tal era en ambos casos, para estas niñas fuesen consideradas como
dominicanas por jus sanguinis. Ese fue el fallo de la Corte Interamericana.
4. El sistema judicial
que ha pronunciado esa sentencia de declarar que los no residentes legales no
pueden beneficiarse de los efectos de jus sanguini, en modo alguno condena a
los haitianos a la apatridia. El artículo 11 de la Constitución haitiana
establece claramente que los hijos de haitianos, nazcan donde nazcan, son
haitianos. El problema inicial no es que los hijos hereden la ilegalidad de los
padres. Es si resulta conforme al derecho que usted predica y defiende privar a
los hijos de la nacionalidad de los padres. Es decir, romper con el fundamento
de la filiación. Por otra parte, debo aclararle que la República Dominicana no
es un derecho humano de los haitianos. Es un país que no puede ser privado de
su soberanía para atribuírsela antojadizamente a las personas que emigran
desesperadamente de Haití. Tiene usted todo el derecho de contribuir a la
campaña que desarrolla su hijo Gonzalo desde las oficinas del ACNUR y desde la
colaboración con las ONG que se ocupan de los inmigrantes haitianos en el país,
pero esa preferencia por los haitianos no lo autoriza a quitarle esos derechos
a los dominicanos.
5. Hay muchos
principios vacíos, como el famoso derecho a emigrar que tiene cada y que usted,
al parecer, defiende a capa y espada. Pues bien, ese derecho choca con el
derecho a vivir tranquilos, que tienen los países anfitriones. Se dirá que el
caso de las potencias europeas deberían pagar como tributo, por haber sido
imperios, recibiendo la miseria de todo el mundo. Pero, y nosotros que vela
tenemos en ese entierro. Nos libertamos de la dominación haitiana de la cual le
ahorro el relato de sus horrores en 1844.
Construimos desde unas
circunstancias extremadamente penosas y desventajosas en comparación con esa
dominación de veintidós años, y logramos superar la dinámica en la que viven
atrapados los haitianos, y constituir una nación, cuyas ambiciones la han
colocado en condición de obtener algunos progresos. Nosotros, don Mario,
tenemos derecho a la tranquilidad y al sosiego constructor. Nosotros no hemos
deforestado ese territorio, reduciendo sus posibilidades a menos de 1% de capa
boscosa, no hemos prohijado el concierto de enfermedades que se abate en su
población, no hemos destruido el polo de autoridad, que constituía el Ejército,
al punto de que el país para mantener a los funcionarios internacionales
presentes, ha establecido una misión militar que lleva más de 10 años. Por
estar en las proximidades de ese desastre, y pretender no dejarse arrastrar por
esa vorágine nos acusa usted de racistas, y para no serlo, debemos renunciar a
un principio que impera en toda los países iberoamericanos, desde México hasta
Chile, sin excepción. Que los hijos de inmigrantes indocumentados e ilegales,
no residentes, no se benefician de un procedimiento que, en el caso dominicano,
se implantó en 1929. Por lo tanto, no sólo ha insultado usted a los jueces
dominicanos, asociándolo en una amalgama incalificable a los ideales de Hitler,
sino a todo el sistema que impera incluso en su Perú natal, y en todas las
democracias europeas, convertidas por el asalto de los pobres de la tierra, en
una auténtica fortaleza.
6. ¿Acusaría usted,
don Mario, a todas estas naciones desde México hasta Chile de ser hitlerianas,
de aplicar aberraciones jurídicas porque en lo que tocaa la nacionalidad aplica
los mismos principios queel Tribunal Constitucional dominicano?
7. Si ese sistema
jurídico resulta bueno para el resto del mundo e incluso para la admirable
democracia española, por qué ha resultar malo para los dominicanos. Por qué
todos pueden tener razón en sus respectivos países, menos los dominicanos en el
suyo. Usted pretende que la Corte Interamericana nos enmienda la plana. Le
recuerdo que el recorte de soberanía que supone nuestra inclusión en esa Corte
no ha sido aprobado por el Congreso, y que Haití y las naciones que nos acusan
no reconocen las competencias de la Corte ni reconocen el jus solis
Ha colocado usted, don
Mario, toda su influencia y todo el señorío de su bien ganada fama en provecho
de una causa que conculca la capacidad de los dominicanos para decidir quiénes
son dominicanos. En África negra hayuna cincuentena de Estados fronterizos,
poblado mayoritariamente por negros, y las diferencias llevan a los Estados más
prósperos a deportar a negros que se hallaren en otro país de negros. Así
acaece en Costa de Marfil, en Senegal, en Nigeria, en Camerún y otros
territorios, nadie, hasta ahora, le ha negado a esos países la capacidad de
identificar a sus nacionales, aunque desde afuera, usted al observarlos, los
vea como personas que pertenecen a un mismo país.
Pensar en términos
abstractos, espoleados por ideales que no han tenido encarnación en ningún país
de la tierra no es, a nuestro parecer, una buena solución ni un consejo
aceptable. La propuesta suya es que las personas renuncien a lo propio, para
disolverse en lo universal, en una nacionalidad de aeropuerto.
Desde luego, el mundo
va por derroteros muy distintos a los que ocupan su vertiginosa imaginación de
novelista.
Tras el derrumbe del
socialismo real en 1989, la URSS quedó despedazada en 16 nuevos Estados;
Yugoeslavia quedó convertida en 6 nuevos Estados y Checoeslovaquia en dos Estados
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He leído toda su obra
periodística y ensayística y no he encontrado nunca una rectificación de las
cosas publicadas. No tengo, pues, esperanzas de que usted rectifique los
juicios injustos, severísimos sobre nuestro país. Rectificar es faena de
hombres amantes de la verdad. Mantenerse en sus trece es hábito de hombres
engreídos de soberbia.
El 3
de noviembre del 2013 en el periódico El PAIS (Madrid) MVLL dio a conocer un
artículo “Los Parias del Caribe” sobre la República Dominicana. Ver: http://elpais.com/elpais/2013/10/31/opinion/1383233998_965346.html
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