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jueves, 12 de septiembre de 2013

Viaje de Colón, 1954 Consecuencias.



El convoy dominicano zarpó imponente del muelle de Santo Domingo rumbo a España en devolución simbólica del primer viaje del almirante Cristóbal Colón a la Española.

“Los Hombres deben ser gobernados por leyes y no por la voluntad de otro hombre”.
-Moisés-

Homero Luis Lajara Solá

El 6 de septiembre de 1954, al rayar el alba, el convoy dominicano compuesto por un destructor, una fragata y una corbeta, zarpó imponente desde el muelle de Santo Domingo-simbolizando tres carabelas-, con una dotación mixta de 685 hombres (tripulaciones, batallón de infantería de marina, banda de músicos y 150 cadetes y guardiamarinas de las Fuerzas Armadas con sus respectivos instructores), rumbo a España en devolución simbólica del primer viaje de Colón a la Española. Una comitiva presidida por el Jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra, almirante Luis Homero Lajara Burgos -mentor del viaje-, después de visitar puertos españoles, fue recibida en audiencia solemne por el caudillo, generalísimo Francisco Franco, en el Palacio Real de El Pardo, Madrid. Nuestra escuadra naval retornó orgullosa a la Patria el 9 de noviembre de ese histórico 1954.

El éxito de esa Misión Naval-despliegue militar dominicano más numeroso al extranjero- sobrepasó las expectativas de Trujillo, quien  jamás imaginó que al  Jefe de la Marina le iban a otorgar condecoraciones y reconocimientos que a él, quien acababa de finalizar un viaje oficial a España, no le concedieron, resaltándose el Gran Cordón del Apóstol Santiago y Académico de Honor de la Universidad de Madrid, argumentos utilizados por los adláteres de todas las épocas para hacer que la carrera naval de un joven almirante fuera arrojada por la borda, al izarse en su contra el gallardete rojo de la dictadura.

Odisea de un éxito
Desde ese 6 de septiembre de ese peculiar 1954, al remontar la ruta Atlántica, el destino del Jefe de la Marina, por destacarse más de lo permitido en una dictadura, inició un rumbo de colisión. El 12 de diciembre le pasaron un Consejo de Guerra (juicio militar), bajo la  falsa acusación  de malversación de fondos, siendo descargado por su brillante exposición en defensa de su honor, presentando toda la documentación financiera de su gestión en La Armada. Pero por orden de Trujillo se efectuó otro juicio relámpago, dos días después, el 14 de diciembre -violándose todos los procedimientos-, sin la presencia del acusado. Aunque a la sentencia se le cambió el calificativo de malversación de fondos por violación a la Ley de Presupuesto, se falló, -violando el Código de Justicia de las Fuerzas Armadas ( Ley 3483/1953), principalmente en su Art. 107, reduciendo el grado del contralmirante de dos estrellas Luis Homero Lajara Burgos al rango de capitán de corbeta (mayor).

Trujillo, posterior a ese hecho, como una manera de comprometer al recién trasladado coronel del Ejército Nacional Lajara Burgos (la doctrina de las dictaduras no acepta renuncias), lo designó sorpresivamente Jefe de la Policía Nacional. Como oficial formado en los EEUU e Inglaterra, inició una reforma policial, empezando por la reestructuración orgánica del cuerpo del orden, logrando incorporar la figura del Subjefe-Decreto del Poder Ejecutivo No. 821 d./f. 6 de mayo de 1955-, y sustituyendo las insignias que utilizaban los policías, de municipales a las que utilizan las FFAA, para imponer respeto y autoridad policial, visualizando el concepto que todavía hoy se debate de segregar la seguridad ciudadana de la defensa nacional, otorgándole así al cuerpo policial su primera misión. 

El generalísimo le entregó personalmente al Jefe de la Policía un listado con ocho nombres, con las instrucciones: “resuelva”. Al este oficial naval no cumplir una orden de tal naturaleza, alegando que “esas cosas tenían su gente”, fue destituido ipso facto, transferido de nuevo a La Marina y designado -por segunda ocasión- Agregado Naval en Washington D.C. La estela luminosa del viaje a España no se borraba de la mente macabra del iracundo dictador. A su  regreso de un exilio disfrazado (1955-1957), lo nombraron -de nuevo- coronel del Ejército, y en el 1959 fue cancelado de las Fuerzas Armadas por interceder contra un abuso del régimen en perjuicio de una pareja de esposos en Barahona. La idea de que la caída del régimen lo encontrara activo y con mando se fue a pique. El cisne negro actuó y decidió.

 El entonces ex contralmirante Lajara Burgos, el 2 de febrero de 1962, elevó,  mediante instancia a la Suprema Corte de Justicia, un recurso de revisión para la corrección de esa ilegalidad de la dictadura, y posteriormente, al ver la inercia, casi tres años después, se dirigió por carta al Presidente de facto, Dr. Donald Reid Cabral, solicitando su pensión como contralmirante, siendo rechazada la misma por una recomendación desfavorable del Jefe de la Marina de Guerra, alegando (sustentado en un juicio ilegal, ordenado por un tirano) que ese ex oficial fue retrogradado de ese rango por sentencia de un Consejo de Guerra -oficio 0073 d./f. 18 febrero del 1965, del Jefe de La Marina al Presidente de la República-, entre otras razones subyacentes, por el exmilitar constitucionalista estar en ese capítulo de nuestra historia al lado del expresidente Juan Bosch. 

UNA BATALLA LEGAL DE CASI TRES LUSTROS

Después de una batalla legal de casi tres lustros -incluyendo otra instancia  a la Suprema Corte de Justicia en fecha 4-3-66-, se impartió  justicia. La pensión como contralmirante le fue restablecida a Luis Homero Lajara Burgos, mediante el Decreto del Poder Ejecutivo  No.2347 d. /f. 23 de septiembre de 1976.  Como paradoja del destino,  mediante otro Decreto del Poder Ejecutivo (No.2724 d. /f. 21 de septiembre de 1981), “sustentado” en el juicio militar títere de 1954, ordenado por un dictador -en un gobierno democrático que se caracterizó por el respeto a las libertades públicas-, le fue cancelada la pensión como contralmirante, siendo restablecida la misma -previo estudio del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas-, mediante el Decreto del Poder Ejecutivo No. 1736, d. /f. 17 de enero de 1984. 

La odisea aún no finalizaba. Al modificarse el Artículo 28 de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas -a solicitud del Jefe de la Marina-, mediante la Ley 588 d. /f. 3-5-77, se eliminó el grado de comodoro (una estrella) y los oficiales navales que ostentaban ese rango pasaron a denominarse como contralmirantes (antes eran de dos estrellas), y los contralmirantes como  vicealmirantes (antes eran de tres estrellas).

Derivada del abuso de poder de Trujillo, se originó otra batalla legal reclamando “derechos adquiridos”. Mediante comunicación del Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas,  fechada 23 de junio de 1977, se respondió a otra del contralmirante retirado (de dos estrellas) Lajara Burgos -precisando su nuevo grado de vicealmirante-,  argumentándose que la ley era solo para “los oficiales generales activos”, creándose con esa interpretación errónea dos tipos de contralmirantes, los retirados antes el 1977 (dos estrellas) y los retirados después de 1977 (una estrella). El 11 de septiembre de 1984, el contralmirante afectado se dirigió -por segunda ocasión-, al titular de las Fuerzas Armadas de ese entonces y recibió -20 de octubre 1984-, la misma respuesta negativa del 1977; reafirmándose de manera implícita lo que constituyó otra reducción de grado y monto salarial ilegales, ya decapitada la tiranía.

Con la ley como estandarte, en el 1996, ya mi padre fallecido, retomé -casi dos décadas después-, su lucha legal, logrando que se produjera la Resolución No.086-1997, de la Junta de Retiro de las Fuerzas Armadas, y se emitiera el oficio No. 890 d. /f. 21-8-97, del Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo, otorgándose de pleno derecho la pensión de vicealmirante a su viuda, corrigiéndose otra medida arbitraria e ilegal que perjudicó -en mayor grado su dignidad-, al fenecido oficial almirante y posteriormente a su viuda, desde 1977 al 1997. Así concluye la secuencia de abusos legales y morales en contra del vicealmirante Luis Homero Lajara Burgos, por algunos -actuando como corte imperial-, creerse estar por encima de la ley y el derecho, olvidándose -lo escrito, escrito queda- del juicio inexorable del tribunal perenne de la historia. 


Fuente: Listín Diario

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