Por
Manuel NÚÑEZ Asencio*
La palabra chantaje procede del francés faire chanter o chantage hacer cantar. Era,
primariamente, el modo de hacer confesar
al reo. Se volvió luego sinónimo de extorsión, de amenazas, de intimidación, de
soborno y de las maniobras empleadas
para la obtención de todo tipo de ventajas. No creo que haya en el continente
ningún país que, en sus relaciones con los demás Estados del hemisferio,
haya padecido el chantaje con tanta saña, que haya recibido tantas pruebas de
hostilidad, resentimiento, incomprensión y de depredación moral.
Un ejemplo, sin duda,
contundente, son los chantajes empleados para desacreditar a todas las personas
que expresan su preocupación por la desbordante inmigración haitiana en el
país.
Algunos se refieren a nosotros como si no tuviéramos ni siquiera
derecho al aire que respiramos. En la radio escuchamos a diario a comentaristas
que nos insultan. Los propios haitianos escriben cartas injuriosas en los
periódicos. Se manifiestan ante la Junta Central Electoral. Llaman a los
programas de radio para bombardearnos con insultos zafios. Desafían a las
autoridades de inmigración y se baten a tiros con ella. Y, en todo ese
tejemaneje, la República Dominicana, la nación agredida, cada vez tiene menos
derechos. En nuestro país, el chantaje ha sido simbolizado por varios
personajes, que, a su vez, representan a
gente que opera en el teatro de los acontecimientos como en un
hormiguero.
Son cuatro, a nuestro ver, las orientaciones del chantaje.
1. El chantaje
político.
Se ha
puesto de moda, tratar de manipular a todas las fundaciones que exaltan las
memorias de los caídos durante la dictadura de Trujillo, y de llamarle trujillista
a los que defienden al país de las devastadoras consecuencias de la inmigración
haitiana. La injuria, el desprecio,
el apandillamiento de esas instituciones, instrumentalizándolas como un rodillo
contra los dominicanos, es el precio que hay que pagar para mantener las
convicciones nacionalistas. A mí que nadie me venga con cuentos chinos, si
Trujillo dijo que dos más dos son cuatro. Son cuatro. Dígalo Balaguer, Trujillo
o Marrero Aristy. Un bromista nos dijo que Hitler creía que la Tierra era
redonda. ¿Dejaría de ser eso verdad porque lo dijo un dictador?. La verdad no
puede ser retorcida con semejantes patrañas. Basta ya de chantajes políticos, y
de tratar de hallarle coartada a la traición al país. Son los mismos que acusan
a todo el que no piense en la disolución del país de atrasado, de reaccionario,
de xenófobos. Que llaman progresista a todo el que se ponga al servicio de las
ONG y del desmantelamiento del Estado dominicano. Ahora recurren al miedo que
suscita la antigua dictadura para presentarse
como héroes. Peor aún: como neo
conjurados. Son pirómanos que apelan al
incendio, para presentarse como bomberos.
2. El chantaje
económico
La mentira de la supuesta ventaja económica de la República
Dominicana con relación a Haití ha servido de instrumento de todo tipo de
imaginaciones; “el segundo socio comercial del país”, “nuestro mercado natural
“y otras ingenuidades. Antes de la aplicación de las represalias económicas
contra los pollos y los huevos, contra los plásticos y otros productos, lo que
el país le vendía a Haití ascendía a casi mil millones de dólares. Los que se
llenan la boca con esta afirmación, deberían compararla con el estudio del Observatorio del mercado
laboral del Ministerio de Trabajo (OMLAD), según el cual los haitianos que trabajan ilegalmente en el
país remesan a Haití 924 millones de dólares con lo cual quedarían anuladas las
supuestas ventajas dominicanas. Pero los haitianos y sus socios en el chantaje
económico han empleado el dato de nuestra ventaja, primero, para tratar de
convencer a las autoridades de las bondades de esa mentira, y luego para
extorsionar a esas mismas autoridades y forzarlas a cambiar la soberanía por
negocios. Peor aún: las recientes represalias comerciales sólo buscan sumar a
los exportadores dominicanos a la obtención de un acuerdo migratorio que
derrumbe nuestra frontera. He aquí la
síntesis del chantaje: “si ustedes no consiguen la legalización de los
haitianos que están en República Dominicana no pueden vender en Haití “.
Calculan que, de este modo, los comerciantes perjudicados se transformarían en
demoledores de la frontera dominicana. Si esto no es un chantaje, ¿qué es,
entonces, el chantaje?
3. El chantaje racial
La
interpretación racial del problema carece de fundamento. Para tratar de
justificar la desaparición de nuestra frontera,
muchos tildan de racismo el ejercicio de nuestra soberanía. Poco, en
realidad, tiene que ver la raza con la nacionalidad y con los derechos de un
Estado. En África negra hay 54 Estados; y se producen los mismos problemas que
aquí. De manera que los marfileños deportan a los burkineses; que los
senegaleses deportan a sus vecinos de Níger y Zambia; que los ruandeses
deportan a los de Burundi. Que cada Estado, a pesar de que todos son negros,
deportan a las poblaciones venidas de otro sitio que vienen a perturbar su
tranquilidad y a amenazar el bienestar de su población. En África negra todos son negros, y ello no los vuelve
iguales ni ha eliminado las fronteras ni las culturas. Porque, en realidad, no
hay ninguna cultura negra ni blanca ni amarilla. La cultura son de las naciones
y de los pueblos, y cada uno tiene derecho a defender su terruño, sus
tradiciones, su lengua, su historia y su modo de vida. Los únicos que, al
parecer, carecen de ese derecho, son los dominicanos. No hay ninguna razón para
que nos sometamos a las exigencias de extranjeros recién llegados ni para que
sintamos vergüenza de ser y de actuar
como dominicanos, protegiendo a nuestro pueblo y decidiendo soberanamente, cómo
se organiza el país.
4. El chantaje
emocional
La otra
forma de chantaje la representa el victimismo haitiano. Se nos atribuyen
obligaciones extra nacionales y extra territoriales, culpabilidades,
responsabilidades con esa población
extranjera que, en realidad, no tenemos. Si los dominicanos defendemos
los empleos que país produce se nos acusa inmediatamente de confrontación.
Porque, al parecer, los únicos que tienen derecho a trabajar en el país son los
extranjeros ilegales. Si repatriamos a los niños que traen las mafias que viven del ataque a
nuestro Estado, para devolverlos a sus
familias, se nos acusa de violar los derechos humanos. Si exigimos que los
hijos de haitianos no sean despojados de la nacionalidad de sus padres, se nos
acusa de genocidio civil. El objetivo del chantaje es paralizar la acción del
Estado y suprimir nuestros derechos como nación.
Los
dominicanos son víctimas del chantaje y del terrorismo verbal ejercido por
personas que suelen prescindir de la realidad, para imponerse el mundo
imaginario surgido de sus resentimientos.
A mí que nadie me venga con paparruchas. Por más terrorismo
verbal que empleen, nadie podrá
convencernos de que a la República Dominicana le conviene importar trabajadores
del país con el mayor desempleo, y destruir
su mano de obra; que le conviene importar enfermos del país más insalubre para, además de contagiar a
nuestra población, desmantelar el
presupuesto de nuestros hospitales, que le conviene introducir en el sistema
educativo escolares del país vecino y descalabrar las escuelas públicas. Nadie,
absolutamente, nadie nos convencerá que situaciones como esas, fundadas en el error, puedan tener un
resultado positivo para los dominicanos.
* Manuel NÚÑEZ Asencio: Poeta, ensayista e
historiógrafo. Tiene una licenciatura en Letras Modernas de la Universidad de
París VII (Jussieu), una maestría en Literatura General de la Universidad de
París VIII (Saint-Denis) y un doctorado en Lingüística y Literatura de esta
última universidad. Enseñó literatura en la Universidad Autónoma de Santo
Domingo. Ha sido columnista de los periódicos Hoy y El Siglo y editor de la
casa Editorial Santillana. Es considerado como uno de los ensayistas nacionales
más polémicos del momento. En 1990 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo con la
obra "El ocaso de la nación Dominicana".
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