

Ayer lunes en la noches mientras trabaja en mi computadora, decidí hablar con mi amigo Ramón Cabral y que sorpresa me llevé cuando la mujer de la cual me había hablado en varias ocasiones, lo agradable y buena compañera y que quería mucho a sus hijos , me dio la dolorosa y lamentable noticia que había muerto en una accidente.
Mi amigo Ramón Cabral y su amiga Elizabeth
Un camión le pasó por encima mientras viajaba en un motor en la avenida V Centenario.
Reproduzco está carta publicada en su medio elnuevodiario como muestra de solidaridad y para acompañarlo en su dolor ya que esa persona Elizabeth fue algo muy especial en su vida.
Carta a Elizabeth (TH) un ser querido que se nos fue
A ti te gustaba y te encantaba que te dijéramos TH, y así te diste a conocer ante muchas personas en el Ens. Capotillo, donde naciste y te criaste, pero más que todo, donde te hiciste muy popular por tu forma de ser, porque por encima de todas las cosas, fuiste sincera y solidaria con todo el que te necesitó.
Reconozco que yo tenía pocos meses conociéndote y tratándote, y ese corto tiempo fue más que suficiente para comprender lo sincera que eras; dejaste en mí y en mis hijos un sabor y una impresión muy agradable, un gran recuerdo.
Tengo que decirte que en casa estamos muy apenados y sorprendidos por tu muerte a destiempo; nos dejaste la casa triste por todos lados.
Te nos fuiste en los mejores momentos de tu vida, cuando te encontrabas en pleno apogeo de tu vida, apenas con 26 años, haciendo planes positivos para ti y tus hijos.
Tu muerte a destiempo, en ese fatídico accidente del sábado 11, a prima noche, en el “V Centenario”, cuando regresabas a tu humilde hogar después que amaneciste cuidando a un vecino en el hospital, ha sido muy triste para todos los tuyos, algo que nos ha sorprendido a todos, que nos ha llenado de dolor.
TH, nadie quiere aceptar que te fuiste, ni tu familia, ni tus amigos, ni tus compañeros, ni tus vecinos, pero debemos recordar que tu muerte nos hace recordar que la muerte también existe.
Quiero decirte que la vida sigue con sus mezquindades, sus puñaladas y decepciones, sus alegrías y sus risas, pero para mí y para muchas personas más, hay un paréntesis: tu muerte.
Quiero decirte que la vida sigue con sus mezquindades, sus puñaladas y decepciones, sus alegrías y sus risas, pero para mí y para muchas personas más, hay un paréntesis: tu muerte.
Se que te extrañaré, como extrañaré cuando llegabas a casa, cuando te despedía de casa; extrañaré tus diálogos afables e interesantes, tus “muchachos, nos vemos ahorita”. Lewis, tu gordito, me dijo que no, que para él tú no estás muerta, que él no lo quiere creer. Wilmer, Edwin y Jeison me pusieron de manifiesto que estaban muy tristes (aunque no tenían que manifestarlo, porque se les nota en sus rostros).
Te confieso que me quedé esperándote el sábado en la noche para entregarte los encargos que me diste, pero ya tú estabas muerta. El domingo te llamé para decirte que fueras a buscar las cartas que me solicitaste, pero la persona que contestó me informó que tu habías sido enterrada a las 2:00 de la tarde porque habías muerto en fatal accidente el sábado en la noche, pero yo no lo creí y llamé a un amigo tuyo, quien me confirmó que ya habías sido enterrada, pero tampoco le creí; entonces llamé a nuestro amigo Ronki, quien me ratificó todo lo sucedido.
Lo que más nos duele a mi y a mis hijos, es que te accidentaste, moriste, te velaron y te enterraron y no pudimos estar presentes porque nadie fue capaz de informarnos.
Con gran estima y deferencia:
Con gran estima y deferencia:
Ramón, Wilmer, Edwin, Lewis y Jeison.
Autor: Ramón Cabral
Autor: Ramón Cabral
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