De mi bitácora
Amicus institutionis
Por
Homero Luis Lajara Solá
En toda travesía institucional llega el momento en que el timón cambia de manos, pero el rumbo verdadero no puede perderse.
Hay marinos que ya no están en el puente de mando ni figuran en la dotación activa, y sin embargo tratan de seguir sirviendo desde otra guardia: la de la experiencia.
A esos se les puede nombrar, en latín clásico, amicus institutionis:
el amigo de la nave, de su casco, de su historia y de su destino.
No gobierna la maniobra ni da órdenes por el altavoz.
Observa el estado del mar, reconoce las corrientes, lee las cartas antiguas y advierte cuándo un desvío amenaza la singladura.
Su voz no compite con el mando; lo respeta. Su función no es mandar, sino prevenir la varadura.
Habiendo sostenido el timón en mares duros, comprende que no todo se corrige con fuerza y que muchos fracasos empiezan cuando se desprecia la memoria de navegación.
Por eso habla con sobriedad, mide la derrota y señala faros, aun sabiendo que no siempre será oído.
El amicus institutionis no busca puerto propio ni aplausos de muelle.
Su lealtad es al barco, no a la guardia de turno.
Cuando llega la calma, se mantiene en silencio; cuando el cielo se cierra, enciende la luz de su experiencia.
Una institución que escucha a sus amicus institutionisnavega con cartas completas.
Porque el comando gobierna la maniobra del presente,
pero la memoria náutica protege la travesía futura.


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