El Leño Pinto Digital
Cápsula Naval
Por Homero Luis Lajara Solá
De mi bitácora personal (2009)
Aquel 27 de febrero de 2009, al finalizar el desfile militar, el presidente de la República me ordenó asumir el mando de la Armada —entonces Marina de Guerra— esa misma noche, sin decreto previo.
Al día siguiente se formalizó todo. Dos meses después, al recibirlo en el aeropuerto tras su regreso de España, me hizo un aparte y, con voz seca como cañonazo me dijo:
—Usted se tiene que encargar de que no vuelva a suceder otro Paya.
Se refería al vergonzoso caso donde oficiales de la Marina se hundieron en narcotráfico y sicariato, mancillando el uniforme y escorando el honor institucional.
Le respondí con firmeza de timonel en tormenta:
—Señor Presidente, eso no va a pasar, porque usted me va a apoyar.
Su respuesta fue como faro en la noche:
—Así será. Usted cuenta con mi apoyo.
Con la seguridad de quien iza el pabellón de guerra sin temor a la tempestad, concluí:
—Pues no habrá otro Paya en mi gestión, señor presidente.
Ahí terminó aquella conversación, pero ahí comenzó un nuevo derrotero donde la dignidad y la disciplina naval se convirtieron en timón y ancla de cada decisión.
Porque para gobernar con firmeza el buque de la institución es indispensable aplicar una deontología militar sólida, asumiendo como reto ineludible:
Establecer un orden de prioridades, como el capitán que organiza su bitácora antes de zarpar.
Mantener la listeza operacional, garantizando que cada sistema y cada hombre estén listos para cumplir las misiones encomendadas o la maniobra sin previo aviso.
Optimizar los recursos, como el buen contramaestre que raciona provisiones para asegurar la travesía.
Velar por el bienestar del marino y de su familia, pues son ellos el combustible moral que impulsa la nave patria.
Y todo esto se logra sin necesidad de entregar alpiste para que las gaviotas vuelen o los pájaros canten, porque el liderazgo auténtico no soborna voluntades: inspira tripulaciones a navegar con honor hasta el último horizonte.
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