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lunes, 28 de abril de 2025

Se nos está apagando la linterna de las tradiciones navales. Y sin ella, no hay norte verdadero.



El Leño Pinto Digital

Cápsula naval 


Por Homero Luis Lajara Solá 
 
“Que te sople un buen terral”
Que te sople un buen terral… esa antigua frase de marineros sabios que deseaban viento firme al regreso, hoy parece un susurro olvidado en los muelles dormidos de nuestras tradiciones. 

Era más que un saludo: era un augurio de buen rumbo, de regreso seguro, de puerto abierto.

La Armada que forjaron los viejos lobos de mar —con brújula en el alma y honor en la bitácora— se sostenía sobre pilares que hoy yacen bajo el polvo de olvido: la marcialidad en la cubierta, el saludo impecable al izar el pabellón, el respeto casi sagrado al pito de ceremonia marinero y a la guardia montada con precisión de cronómetro.

Se nos está apagando la linterna de las tradiciones navales. 
Y sin ella, no hay norte verdadero. 

El toque de clarín en la aurora, la voz del oficial de guardia resonando sobre el acero húmedo de la borda, el grito del contramaestre marcando el ritmo del trabajo con voz de trueno… todo eso era parte de un alma común, compartida por generaciones que no navegaban solo por órdenes, sino por convicción.

Recuperar esas tradiciones no es nostalgia, es necesidad. 
Porque quien olvida el rito, pierde el sentido del deber. Y sin deber, la disciplina naufraga y el espíritu de cuerpo se dispersa como niebla sin timón.

Es hora de volver a arriar velas con ceremonia, de enseñar al más joven el valor de firmar un cuaderno de bitácora como si fuera una promesa, y de explicar que no se camina por estribor sin saber por qué, ni se viste un uniforme sin llevar consigo la historia que representa.

Que te sople un buen terral, joven marino. Pero que también te sople el viento de nuestras tradiciones, que hinche las velas de tu vocación y te recuerde que un barco no se mantiene a flote solo por acero… sino por el temple de su tripulación y el respeto a las normas no escritas que hacen de una nave, una escuela, y de un marino, un legado.

Firmado desde el puente de mando de las convicciones.

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