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lunes, 17 de agosto de 2015

Almirante Didiez, icono naval dominicano

Homero Luis Lajara Solá
Santo Domingo
 Hay palabras que por las ideas que revelan llaman nuestra atención y atraen nuestras simpatías hacia los seres que las pronuncian”.
-Juan Pablo Duarte-
El pasado 4 de agosto, se cumplió el 29 aniversario de la partida en la Barca de Caronte, después de haber dado la vuelta de campana, del almirante Ramón Julio Didiez Burgos, hombre de armas y letras, y primer Jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra, hoy Armada de República Dominicana.
Fue un ilustre hombre de mar, cultivador de las ciencias navales desde las aulas y las cubiertas de nuestros buques de guerra, empavesado con una conducta intachable e institucionalista, digna de emular.
Graduado de agrimensor en la entonces Universidad de Santo Domingo. Ingresó en 1932 a la compañía de zapadores del Ejército Nacional, y luego trasladado al destacamento de Marina en 1933, zarpando al mundo de la rueda de cabilla, el ancla y el arganeo, hasta alcanzar la máxima posición de la institución que vela por el resguardo de nuestras costas y mar territorial.
En su brillante carrera naval dejó una estela de honor, capacidad y respeto a las tradiciones tan inmensas, que junto al almirante César De Windt Lavandier, es considerado hoy como uno de los padres de la Armada Dominicana de la Tercera República.
Durante el desempeño de su luminosa carrera como oficial naval, es posible encontrar numerosos hechos relevantes: en 1938, trajo desde Cuba al pionero de la aviación dominicana Frank Félix Miranda y su avión Colón, después del trágico accidente del vuelo panamericano; en el año 1942, fue jefe de la flotilla de guardacostas de la entonces Marina Nacional, con tripulación netamente dominicana, entrenada en guerra antisubmarina en Miami, Florida; y director de la Academia Naval en 1943, ubicada en la Base Naval de Las Calderas, Baní. Al relatar la vida de este ilustre nauta, en su bitácora no puede faltar la manera casi milagrosa en que salvó la vida a bordo del vapor “Presidente Trujillo”, cuando en plena Segunda Guerra Mundial, el 21 de mayo de 1942, en ruta Fort de France (Martinica), rumbo a San Juan (Puerto Rico), el buque mercante dominicano fue impactado por un torpedo de un submarino alemán. Sobre ese relato marinero renace su fe en la Virgen del Amparo, actual patrona de la Armada de República Dominicana.
El comandante Didiez Burgos también fue director del Instituto Cartográfico Nacional, convirtiéndolo en uno de los mejores de América Latina.
Como miembro fundador de la Sociedad Dominicana de Geografía, colaboró para resaltar la idea de esa isla donde “Hay un país en el mundo colocado en el mismo trayecto del sol” (P. Mir).
Este insigne nauta publicó diversos escritos sobre estudios que realizó respecto a la ubicación del nuevo puerto de Santo Domingo, en la zona comprendida entre la Fuente de Colón y Los Tres Brazos, confluencia de los ríos Ozama e Isabela. Su teoría se basaba en lo seguro, y resguardado que estaría ese puerto de huracanes, y que los muelles podrían tener una extensión de 2,270 metros. Otro de sus estudios, esta vez sobre el puerto de La Caleta, amerita la consideración de quienes están encargados de esas áreas tan fundamentales para el desarrollo nacional, así como sobre la ampliación del puerto de Haina.
El Milagro del Fuerte de Santo Tomás y Guanahani o Mayagu¨ain, son otras obras publicadas por el avieso marino y letrado, las cuales merecen estar en las bibliotecas de todos los interesados en las ciencias navales y amantes de la cultura general, sobre todo porque el almirante Didiez se dedicó a recorrer, siguiendo rumbos y distancias, las rutas que navegaron Colón y sus subordinados, para asegurarse de la veracidad de los relatos, llegando a comprobar, con cálculos navales de velocidad, distancia y tiempo, basados en los relatos sobre los mismos, que algunos nombres, por lógica, no estaban acordes con las distancias recorridas.
El hecho de que en ese mar de fondo del año de 1961, al almirante Didiez, ya en retiro, le hayan dado el comando del Yate Angelita, para trasladar el féretro con los restos del dictador, generalísimo Trujillo, se debió a que era el comandante de barcos más calificado, y que había navegado comandando el mismo en Europa y los Estados Unidos de Norteamérica.
En medio de la travesía, se impartió una orden por radiograma, para que el segundo comandante Brady Berrocal, relevara al almirante Didiez, retornara al país y atracara en la Base Naval de Las Calderas, Baní. Por lo reservado que suelen ser los asuntos militares, y más en esa época, han surgido leyendas que a bordo de ese barco iban baúles repletos de lingotes de oro y dólares, donde el rigor de la historia aguarda para esclarecer definitivamente los hechos.
Dominicano íntegro
A pesar de este hombre de mar haber sido condecorado con la “Orden de Cristóbal Colón” por el gobierno dominicano (1975), un año antes de su partida, por su libro Guanahani o Mayagu¨ain, en el que hace un estudio magistral sobre el diario de Colón, nunca fue tomado en cuenta por ningún gobierno post Trujillo, siendo puesto en retiro en la postrimería de la tiranía, en pleno uso de sus brillantes facultades intelectuales de larga data y experiencia profesional, alineadas bajo el azimut de la honestidad y capacidad gerencial.
Eso se debió a que nunca se inmiscuyó en lides político-partidista, ni aún después de su honroso retiro, observando impotente como en ocasiones, oficiales sin luces, sólo por su cercanía al poder político y sus clanes militares, únicamente por eso, dirigían incluso entidades oficiales no militares, mientras era sub-utilizada una pléyade de oficiales capaces y honestos.
Este es un reconocimiento póstumo a un dominicano digno de recordar todos los días, sobre todo, en momentos en los cuales, muchas veces, por falta de autoridad y la inexistencia del temor a la sanción, algunos militares y policías indignos han traicionado a la Patria y la memoria de los que abonaron las ubérrimas tierras dominicanas con su sangre, para que tengamos bandera y escudo. Con sobradas razones resaltamos un extracto de la oración fúnebre del doctor Manuel de Jesús Mañón Arredondo en el sepelio del almirante Ramón Julio Didiez Burgos: “Y como el espíritu de Dios flotaba sobre las aguas, según la temblorosa frase del Génesis, flotan entonces sobre los pueblos el arquetipo humano de ideas luminosas, los dirigentes rectos, de ideas tenaces que concilian lo irreconciliable, que separan la luz de las tinieblas, que hacen el orden, que es la armonía de las cosas y hacen la felicidad que es la armonía de las almas; y Ramón Julio Didiez Burgos llevó encendidos esos grandes principios eternos en su ya apagado cerebro”.
Finalmente, utilizo el código internacional de banderas, una tradición naval, para levantar las de Bravo-Zulú, para encomiar al almirante Didiez Burgos en su puesto de mando del más allá, implorándole que ilumine a los que hoy comandan, en pro de que siempre piensen en “dejar las cosas mejor que como las encontraron y que deseen siempre que estén mejor que como ellos las dejaron”, para que como en el caso que nos ocupa, al final de la travesía, el panegirista diga: “Los hombres como el almirante Didiez Burgos escriben historia y hacen la historia”.
EL AUTOR ES MIEMBRO FUNDADOR DEL CÍRCULO DELTA. ALMIRANTE RAMÓN JULIO DIDIEZ BURGOS, PRIMER JEFE DE ESTADO MAYOR DE LA MARINA DE GUERRA DE LA TERCERA REPÚBLICA

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