(Pues, nos jodimos)
Por Tony Pina
Un país de 'jabaos', prietos y mulatos, donde todos tenemos el 'negro detrás de las orejas', lo único auténticamente dominicano que tenemos es el merengue y la bachata. El merengue incluso nació cuando nacía la identidad nacional, en los monte y en los atajos de nuestras batallas independentistas. Sin embargo, ¡qué ingratos fueron los historiadores, políticos y hasta periodistas con ese ritmo tan nuestro!
Ayer, viendo bailar merengues típicos en el Cibao, vinieron a mi mente lecciones aprendidas sobre el perico ripiao, la tumba y la mangulina, ésta última de factura exclusiva de la región del Sur. En 1856, el periódico 'El Oasis, se refiere al merengue "como una cosa loca", porque "los campesinos lo bailan 'colgándole el brazo a la mujer, mientras éste la empuja, todo es un ritmo de locos, de gente confusa, un laberinto', y, sin embargo, preciso yo, ¡miren que ritmo más líndo éste!: "Tomás huyó con la bandera/Tomás huyó de Talanquera/Si fuera yo, yo no huyera/Tomás huyó con la bandera/.
Estas letras son de un merengue y nacieron de la inspiración de un soldado dominicano cuando un compañero de armas, en la Batalla de Talanquera contra los haitianos, se 'plumió' y, en vez de pelear con el machete, se fue por los montes, dejando a los patriotas solos. Además del ritmo y la inspiración, el merengue da una referencia de cómo eran, de cómo se comportaban algunos dominicanos en las guerras independentistas, sobre todo cuando Haití avanzó sobre Azua tratando de recuperar el territorio dominicano.
En enero de ese año el
mismo periódico arreció su campaña contra el merengue, calificándola de 'bajo e
inmoral', mientras los historiadores de la élite (Manuel de Jesús Galván y Ulises
Francisco Espaillat) acusaron al merengue de 'ser un baile de figuras
ridículas, enrostrándole que era de 'poco gusto' y propugnando porque fuera
desterrado.
A pesar de la élite
ensañarse en contra del merengue en Santiago, por ese tiempo se bailaba: "Todos
los cueros son de Santiago/y en Santiago ellas viven bien/y por culpa de esa
maldita mujer yo he nacido santiaguero también".
En 1922, el periódico
Listín Diario, en su edición del 13 de junio, destaca una de las primeras
defensas al merengue cuando un 'grupo de la élite de Gazcue se retiró de la
fiesta cuando los músicos se atrevieron a tocar un merengue".
Papito Rivera, el músico
que dirigía la orquesta, salió en defensa del ritmo y declaró a la prensa: ¡Qué
se vayan pa'l carajo esos riquitos del diablo! Y si yo hubiese estado vivo, les
digo más 'buenos presumidos! ¡y ahora, qué es lo que bailan, no es merengue y
también bachatas! No hay cosa más ingrata que un dominicano cuando tiene un par
de cheles.
Hasta 1930, aunque no
querramos admitirlo, el merengue no pudo entrar en los salones de los clubes;
fue cuando Trujillo, utilizándolo para afianzar y cebarse con las mujeres que
le llevaban 'maipiolos' a sus jolgorios, reconoció el merengue como auténtica
expresión musical de la República Dominicana.
Ñico Lora, cuando el
ciclón San Zenón acabó con Santo Domingo, fue tan excelso y exquisito con esta
inspiración que lean que estrofa más bien inspirada produjo del suceso:
"Me dicen que en Puerto Rico hubo un gran temporal, pero nunca fue tan
grande como el de la Capital".
¡Qué lástima que hoy el
merengue haya muerto y en vez de cantarlo y bailarlo ahora estemos con eso que
llaman música de la calle!
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